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El fujimorismo, enemigo natural de la democracia.

Publicado: 2015-12-31

El fujimorismo es un enemigo natural de la democracia, y no por las innumerables veces que ha violentado la democracia durante sus tres periodos de gobierno (ya de por sí la re reelección es perniciosa), y que ha negado y/o justificado casi al punto de argumentos irrisibles, como aquella de la autoflagelación. Sino por su naturaleza caudillista, populista y clientelista, con la que ha nacido, y con la que ha pretendido subsistir dentro de un sistema político permisivo. 

Lo que aquí queremos subrayar es esa naturaleza de esta agrupación política-familiar. Esa naturaleza que los lleva a creer de manera mesiánica en Alberto Fujimori, a justificar lo injustificable, a creer que su gobierno y la perpetuidad de este eran más importantes que el mismo sistema.

Ellos han apostado por la figura Alberto Fujimori como caudillo, como mesías, nos han querido hacer creer en él como el Salvador, como el beneplácito benefactor de nuestro país, como el médico que resucitó al cadáver que era el Perú. Nos bombardearon con su prensa “chicha” para meternos en la cabeza que él fue quien derrotó al terrorismo (¿alguien de veras cree que el terrorismo ya está derrotado?) cuando es un hecho que los golpes a los mandos terroristas fue obra y gracia del GEIN, que la reestructuración económica fue gracias a su previsión de estadista, cuando copió las medidas económicas que su rival de campaña, Mario Vargas Llosa, iba a aplicar, el famoso Shock económico, que Fujimori negó hasta el hartazgo que jamás iba a aplicarlo, y luego, una serie de improvisaciones que fue su marca registrada, teniendo como figura encumbrada al candidato al senado japonés.

El mismo término, Fujimorismo, es una evidencia clara y rotunda de su apego al caudillismo. El sufijo “ismo” sirve para determinar alguna doctrina, escuela, sistema o movimiento, es decir, algún fenómeno teórico-práctico, como ocurre con el liberalismo, marxismo, socialismo, platonismo, etc. ¿Tiene acaso el Fujimorismo alguna doctrina que no sea seguir a Alberto Fujimori? La respuesta se cae de madura. Los “fujimoristas”, sobretodo, los del “ala dura”, han tenido de ídolo “súper star”, le han prendido velitas, han pretendido que Alberto Fujimori sea algo así como un santo político.

El populismo, el caudillismo, traen consigo un debilitamiento de las instituciones, y el fujimorismo lo ha logrado durante sus tres periodos de gobierno. Ha carcomido, las ha dejado en estado putrefacto, logró tener a un poder judicial títere, a un congreso de comedía, una prensa manipulada, todo en favor de una persona, de un individuo, de la santificación de un escualo político, que prefirió la magnificación de su figura, antes que una real sedimentación del sistema y crecimiento del país.

No se visualiza algún cambio en el fujimorismo, que no sea de nombre (han cambiado cerca de 10 veces), para entenderlo de otra forma. Su nueva ¿líder?, Keiko Fujimori, es solo una fachada para seguir santificando a Alberto Fujimori. Es más, su propio ascenso como figura principal es grano del mismo costal. Si no fuera así, preguntémonos ¿Qué méritos hizo, políticamente la Sra. para poder tener esa posición?, ¿No había dentro de ese equipo otra figura con mayores réditos? Es obvio que ser la hija del Alberto Fujimori, le ha destinado ese podio, que su postulación a la presidencia promete de manera subterránea la liberación de su padre, a para ser sinceros, existe un porcentaje importante de electores que esa idea les agrada en demasía. Pero es un porcentaje del país, que aún cree en los cuentos que narramos al principio, en el cuento del salvador, es un porcentaje que aún no entiende los beneficios de la democracia, y que para que esta siga fortaleciéndose es necesario que la elite política crea en ella más que nadie, y no que fabrique leguleyadas para perpetuarse, ni que regale bolsitas de arroz, o cocinas a los comedores populares en lugar de fortalecer los programas sociales, que no se enfundé más de 6 mil millones de soles que pudieron hacer que los hijos de todos, y no solo sus hijos, puedan acceder a una mejor educación.

Llamarse fujimoristas debería por lo menos ponerles la cara de tono rosa, no solo por significar la adoración a un preso por crímenes de lesa humanidad, sino porque si se hacen llamar demócratas deberían saber que este tipo de afinidades son una contradicción total a unas convicciones democráticas saludables.


Escrito por

Manuel A. Castañeda Buquez

Politólogo de la Universidad Nacional Federico Villarreal.


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